El Sargento Flores “Colaboración”

Retrocedamos un poco en el tiempo hasta cuando Pacasmayo tenía sus calles empedradas, los ómnibus de la Agencia Velásquez, se estacionaban en la Plaza de Armas. Allí subían y bajaban los pasajeros para más luego dirigirse a su destino.
Por aquellas empedradas y polvorientas calles de antaño a muy altas horas de la noche salía un Penitente Encadenado que a más de uno lo había desmayado. La ruta favorita por donde aparecía era la de la calle Manco Cápac. Todavía está fresco en la memoria de muchos la época de los Movilizables, cuando el Instructor, el sargento Flores, después de las clases dominicales sacaba su kepí y comenzaba a pedir unacolaboración para refrescar la garganta. El nombre del Instructor era Anastacio Flores, mas todo el mundo lo conocía por sargento Flores “COLABORACION”. De estatura pequeña, de manera que cuando se “mamaba” la espada le colgaba al suelo dando la impresión que ella era más grande que él.
Lo que sigue sucedió después de una de esas Instrucciones Dominicales:
Yo regresaba a casa después de una reunión familiar, era ya avanzada la noche. Caminaba por la calle 2 de Mayo cuando me acordé lo “pesado” que es andar por ese lugar. Dí vuelta a la calle Andrés Rázuri hacia el mar. Estando por lo que era la Gallera de don Panchito Chinchayán, oí con toda nitidez el arrastrar de cadenas – me dije a mi mismo-
Dios mío el penitente Encadenado!
Se me escarapeló el cuerpo, los pelos se pusieron de punta. Pero haciendo de tripas corazón, proseguí la marcha, pero a cada paso mis canillas iban flaqueando y el arrastrar de cadenas se acercaba. Estando ya a unos pocos metros para llegar a la esquina de Manco Cápac, mis pies se pusieron como plomo de pesados, mis canillas se negaron a seguír, mi lengua con un sabor amargo seco se entiesó, mis ojos sin poder pestañar esperaban encontrarse con un alma de la otra vida. En ese estado de agonía, en lugar de ver a un fantasma gigantesco o a un alma con sus penas a cuestas, ante mis ojos aparece una diminuta figura en estado completamente beodo, era el Sargento Flores, que en lugar de cadenas arrastraba su tremenda espada.
¡El alma me volvió al cuerpo! El Sargento Flores siguió su camino arrastrando sus “cadenas”. ¡Pero qué susto me dió el Sargento Flores “Colaboración”!

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