Los Plátanos de Oro (San José)

“…Sucedía que cada vez que nos tocaba regar, alguien cortaba el agua. Don Manuel, ordenó que vigilaramos la “toma”. Una noche mientras cumplía mi tarea, descubrí que una señora era quien cortaba el agua. Al preguntarle, porqué desviaba el agua, me dijo: “he necesitado un poquito de agua, para mis plantitas. No te preocupes no te perjudicará en nada…” La señora era hermosisima, su voz dulce y persuasiva, sus buenos modales reflejaban entereza y dignidad de princesa, de manera que cuando me invitó a conocer su huerta no me pude negar. Caminamos un pequeño trecho, luego me dijo que cerrara los ojos, sólo por unos instantes. Así lo hice, al abrirlos, me encontré en una hermosa huerta regada por una agua cristalina. De los árboles pendían riquísimas frutas maduras. Me quedé completamente extasiado al comtemplar tanta belleza y orden en ese lugar.

Después de andar un poco quise regresar. La señora, que siempre iba a mi lado, me dijo: “quédate, aquí no te faltará nada, todo tendrás… “Mientras esto sucedía observé que ni una sola hoja de los árboles se movía, me escarapeló el cuerpo. Insistí en regresar. Ella volvió ha invitarme. No, le dije, me voy. Entonces, en agradecimiento por lo que me dejas tomar un poco de agua te voy a obsequiar una cabeza de platanos. Ví que todos los platanos estaban sumamente amarillos. Así como entré cerrando los ojos volví a salir.

Al regresar dejé los platanos en mi choza y seguí con mi tarea. Mi compañero vino a preguntarme dónde había estado. Le conté la historia, no me dejó acabar… dijo ese es el encanto. Le orinaste…? Se echa orines para deshacer el poder del encanto. Fuímos corriendo a la choza, cuando estábamos para llegar vimos que la cabeza de platanos se iba volando. Nunca más volví a ver a la señora ni logré encontrar la huerta Encantada”. (relato de Elsa Flores Cerna)

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