La Virgen de Guadalupe

La Virgen de Guadalupe es la Patrona de esta ciudad y de todos los pueblos del norte del Perú. Esta celebración deja muy buenas entradas a los fieles devotos. La hermandad es la encargada de la organización de la fiesta. Para esto nombran mayordomos quienes se encargan de recaudar “fondos” para adornar la iglesia, los gastos de los fuegos artificiales,la banda de músicos, etc..

Para los días de fiesta se instalan toldos en la Av. 28 de Julio, donde se expenden comidas, bebidas, para satisfacer el apetito de los fiesteros, quienes comen, beben y bailan a más no poder al son de la música criolla a todo volumen. Los niños y jóvenes se divierten en los juegos mecánicos, en los juegos de azar y otros entretenimientos que vienen para esos días.

Leyenda
Don José María Gonzáles en su “Monografía de la provincia de Pacasmayo” nos dice que el Capitán don Francisco Pérez Lescano, encontrándose en peligro de muerte en la ciudad de Trujillo, clamó a la Virgen e le hizo votos que sí ella le salvaba traería una imagen de España para que sea adorada en esta ciudad. Su petición fue oída. Se salvó milagrosamente. Entonces el Capitán Lescano se fue a España para traer la imagen de la Virgen, a su regreso desembarcó en Chérrepe puerto que pertenecia a su encomienda. La Virgen fue puesta en la Capilla personal del Capitán. El día cuando iban ha viajar a Trujillo, mientras cargaban las mulas, la mula donde habia sido puesta la Virgen desapareció. Toda búsqueda fue en vano. Después de varios días la mula fue encontrada sin haber malogrado a la imagen de la Virgen. El piadoso Capitán comprendió que el deseo de la Virgen era quedarse en esta encomienda. De inmediato cedió la imagen de la Virgen a los PP. Agustinos y además les donó terreno para la edificación de un templo. Los PP. Agustinos, “Trasladaron la Virgen… a las faldas de un cerrito situado al lado a las inmediaciones del actual Pueblo de Guadalupe, conocido desde entonces por “el Cerro de la Virgen”… Sobre la cima del mismo cerro vínole en gana a uno de los Reverendos Agustinos edificar una casita de cañas y en ella un altar dedicado a nuestro Padre San José, a la que se le retiró a vivir y en la que tenia un pozo para agua, un naranjo y un romero. Al vulgo fanático se le hacia creer, en ocasiones, que la Virgen se huía del convento y se retiraba a esa casita, y para hacerla volver se le hacia rogativas y se le colmaba de ofrendas. La casita dominaba todo el valle y se conserva aún en regular estado”…

Anécdota
“En cierta ocasión, el indígena, guardián de la Iglesia, echó cenizas por los alrededores del templo y por el camino para seguirle los pasos a la Virgen cuando desaparecía de los altares. El día que desapareció de inmediato este “Sherlock Holmes”, dirigió su lupa hacia la ceniza. ¡Cuál no sería su sorpresa al descubrir no sólo las huellas de la Virgen sino las sandalias de un hombre. Fue corriendo y se presentó ante el reverendo Superior del Convento para informar del incidente. El Reverendo Padre, después de oir, -dijo- con voz muy calmada- “Hijo mío, nuestro padre San José vino anoche y se llevó a nuestra Madre la Virgen su esposa…”

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