El Viejo Ruso

Este era un viejecito de ojos azules, que se desplazaba arrastrando los pies, vestía de harapos, calzaba zapatos rotos y torcidos. Se dice que durante sus años mozos había sido sastre. No se le conocía familia, vivía solo.
Su filosofía era: “Lo que no mata, engorda”. El pan de todos los días lo sacaba de las latas de basura. Todos los días salía a pedir limosna. El día lunes era infaltable a depositar sus ahorros en el banco de Crédito. Cierto día parece que no hizo bien las cuentas, pero él creyó que el cajero lo estaba engañando. Puso el grito en el cielo, para que se le haga justicia. Esto causó una escena inolvidable para todos los que estaban presentes. Ante semejante escándalo logró que se le haga “justicia” según su parecer.
Durante sus largos años de peregrinación por esta viña del Señor, debe haber guardado una buena cantidad de monedas. Cuando falleció ¿quíen se benefició con esos ahorros?
También tenía su propia casa. La cual estaba apiñada de cartones y otras cosas que recogía de la basura.

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