La Feria del Lunes
Hojeando las páginas del pasado porteño no encontramos una feria semejante a la que han creado los vendedores ambulantes al inicio de la década de los sesenta. La crearon a costa de muchos sinsabores, papeletas y malas caras, mas con perseverancia y haciendo oídos sordos a las amenazas de los municipales se ha llegado a constituir en una próspera actividad comercial en beneficio del pueblo pacasmayino.
Esta singular Feria se inició en el mercado Central. Los días lunes por la mañana era casi imposible caminar por las calles porque estaban completamente bloqueadas por los comerciantes. Para desahogar el transito, las autoridades municipales intentaron llevar a los ambulantes al mercadillo, pero los vendedores no se movieron. En 1978, siendo alcalde don Alberto Lau Ainzoaín, hizo el ensanchamiento del Mercado para esta ocasión pidió a los vendedores minoristas y ambulantes que provisionalmente utilizarán la avenida 28 de Julio. Así lo hicieron. Al terminarse la obra, aduciendo que no había espacio para todos se les ofreció a todo el que fuera al Mercadillo una concesión especial. Fue aceptado. Así don Alberto usó mas maña que fuerza.
El día lunes la gente lleva y trae, compra y vende. Llegan los mercachifles con sus mercaderías en camionetas, traen sus maletas llenas de telas de diversos colores. Los carpinteros traen sillas y mesitas, los granjeros sus gallinas y cajas con pollitos, patos y chanchitos tiernos, las floristas con maceteros y ramos florales. Los joyeros con sus deslumbrantes alahajas de fantasía, los zapateros con sus elegantes trabajos de obra de mano que son muy preferidos por la gente. Además de todo lo dicho es infaltable los artículos de plástico con sus llamativos colores que engalanan las estrechas calles pacasmayinas.
El día lunes se oyen pregones de distintos lados unos con la voz y otros con ayuda de megáfonos, todos en medio de una algarabía garantizando su mercadería. Los ambulantes traen “recortes” de telas, los cuales son muy cotizados por las amas de casa, por sus precios cómodos. Pero no todo es ganancia, hay algunos comerciantes “farrulleros”, que venden mercaderías llamativas a precios ínfimos, pero ¡ay!del que se dejó llevar por la ilusión.
El método que emplea el comerciante ambulante es muy singular. Expone sus artículos a la vista de todos y deja que la gente lo toque. El se sube a un banquito o a una camioneta desde donde despliega una elocuente arenga para convencer al cliente a que compre su mercadería y que al hacerlo saldría doblemente beneficiado. A veces para llamar la atención del cliente emplea palabras simplonas o de doble sentido. Al ver que se acercan damas dice:
“..caseritas agárrense el calzón .. que está por los suelos “.
O…
“…abajo los calzones, todos están por los suelos y muy baratos.”
Siempre con su risa picarona que no deja de causar en el público una sonrisita…
Así, pues entre broma y broma se llenan los bolsillos y se van dejando al público desplumado pero contento y con el deseo de volver a comprar más y barato…
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