En Pacasmayo los muertos no bajan al sepulcro

cementerio[1]Muy conocido de todos es el accidentado relieve de la singular ciudad pacasmayina. En lo más accidentado se destaca la ruta que va al camposanto. En esta ruta se comienza a descender desde la Iglesia hasta llegar al nivel del mar y de allí nuevamente se vuelve a subir una elevada pendiente hasta llegar a la “casa de todos”.
La anécdota que da título a esta estampa brotó de los labios del ilustre “Conde de Lemus”, en el año 1918 cuando hacía una gira política por el norte del Perú.

El señor Santiago Ascorra nos contó que Abraham Valdelomar estaba hospedado en su casa. Por esos días un vecino pasó a mejor vida. Llegando la hora para ir a dejarlo a nueva morada, los dolientes y amigos comenzaron a desfilar en la comitiva y entre ellos se integró el poeta. Muy religiosamente se comenzó a bajar grada tras grada y a cada cierta distancia se paraba para hacer las acostumbradas ceremonias religiosas (El lector comprenderá que nos estamos refiriendo a costumbres que sucedieron hace más de 50 años, cuando los actos religiosos tenían tarifas de clases sociales. Las había hasta el puente de la acequia, hasta la palmera de Guti y hasta el “hueco”. Los honorarios también eran según la condición económica de los dolientes. Entiéndase también por “bajada” no la que hizo Dante Alieghiere, hasta llegar a los más profundos… sino solamente hasta el nivel del mar.)
Ahora volvamos a la comitiva. Después de la espeluznante bajada que se inicia en la iglesia y va hasta las partes más bajas de la ciudad, se comenzó a subir la estrecha y polvorienta pendiente que conduce al cementerio y cuando ya estaba por la puerta, como si hubiera sido un canto de triunfo el ilustre poeta dirigiéndose a su amigo exclama: “En Pacasmayo, los muertos no bajan al sepulcro sino suben”. ¡Qué inspiración del poeta!
Sin lugar a dudas el cementerio de Pacasmayo es muy singular, bello y pintoresco que no sólo ha provocado inspiración a más de un poeta sino que a todo aquel que es amante de la belleza, la música y la quietud…
¿Será por esto que muchos de los que vienen a este puerto se quedan sólo por el placer de morar eternamente frente al mar, oyendo el dulce canto de las sirena matizado por el sonoro vaivén de las olas marinas?

Leave a Reply