Memorias de un sueño trunco: Shivani, fanática de Takisuyo

Shivani no faltaba a ninguno de nuestros conciertos, no importaba la hora o el lugar, era una fanática de la música andina.

Riéndose nos contaba que siempre tenía problemas explicando a sus amigas lo que era la música andina.  “Andean music” en Inglés no suena muy diferente de “Indian music” y siendo que ella mantenía su aspecto tradicional de la India, todos pensaban que se refería a música ancestral de las Indias originales en lugar de las nuevas Indias a las que llegó el desubicado de don Cristóbal.

Tantos años escuchándonos y siguiéndonos, su hijita Kielo había aprendido a amar nuestra música también y ya tenía un par de años incorporando el sonido de su violín a nuestra banda, brillaba tocando la Matarina y el carnaval Arequipeño; con su traje típico y su chuspa, nadie adivinaba que era descendiente de las otras Indias.

Ayer nos tocó ensayar en su casa, y, como siempre, era una reunión festiva de todas las familias involucradas… había tanta camaradería entre los músicos como entre los cónyuges. Fue un ensayo muy importante, la universidad NC State nos había invitado por decimotercera vez a su festival anual de diversidad.

En ese momento no lo pensé, pero no vi a Shivani durante el todo el ensayo, pero cuando empezamos a tocar la Flor de la Canela noté un rostro conocido que bajó hasta la mitad de las escaleras y le hizo una señal a Farouk, el esposo de Shivani y a Kielo y ellos subieron a la segunda planta.

Terminamos y ellos no habían bajado, nos quedamos unos minutos, pero augurando que algo había pasado decidimos que era hora de partir. Guardé mi quena, la guitarra y el charango en sus respectivos estuches, y los llevé al carro. 

Al subir, Jenny me preguntó, ¿Y tu computadora?

Creo que no la traje, le respondí.  

¿Recuerda que ibas a corregir la hora en la invitación? – su memoria siempre es mejor que la mía.

Ah, verdad, dije, dirigiéndome de regreso a la casa.

Uno de los hijos había pensado que era su maletín y lo había puesto sobre un armario, por eso no la había visto cuando recogía mis cosas. La agarré y cuando iba saliendo de la sala volví a ver ese rostro familiar que había visto antes y no había logrado identificar. Esta vez la reconocí, ¡Claro! era la amiga íntima de Shivani que la acompañó unas veces a los conciertos. No la había visto por muchos años.

Aunque podía notar sus ojos tristes, me sonrió, y muy cariñosamente me dijo: Gracias, fue una despedida de ensueño para Shivani.

Al captar mi confusión, ella aclaró, Shivani pensó que era mejor que ustedes no lo supieran, pero ella quería que la música andina fuera lo que la despidiera de este mundo. Murió sonriendo cuando cantaban esa canción como vals.

Desperté con los ojos llenos de lágrimas y no sabía si era por la partida de Shivani, o porque nunca sucedió.