Destino en Llamas: El Precio de la Fe

Destino en Llamas: El Precio de la Fe

Novela cortísima sobre la vida de Miguel Servet

“Porque es más probable que yo esté errado mil veces por no saber, que una sola vez por afirmar falsamente, al pretender saber lo que no sé.”

Miguel Servet

Susurros en Zaragoza

Las calles empedradas de Zaragoza zumbaban con el fervor del cambio al amanecer de los años 1500. Nací en pleno Renacimiento en 1509, y sentí desde mis primeros años una sed insaciable de conocimiento. Las calles de Zaragoza, donde la erudición se entrelazaba con relatos de expediciones al Nuevo Mundo, me embriagaban con los vientos de cambio que barrían España.

No obstante, mientras los eruditos debatían y las ideas se enfrentaban, una sombra se cernía imponente. La Iglesia Católica Romana, con sus doctrinas arraigadas e inmenso poder, oscurecía muchos rincones de mi patria. Mi viaje a Toulouse no solo agudizó mi comprensión del derecho, sino que inesperadamente me sumergió en las profundidades de la teología. Aquí, lejos de casa, me presentaron las corrientes crecientes de la Reforma Protestante que estaban reconstituyendo el tejido mismo de Europa.

En las Venas del Conocimiento

En mi incansable búsqueda de la verdad, me adentré en el intrincado reino de la medicina y la ciencia. En 1553, durante mis disecciones, tuve una revelación. La sangre, esencia vital, latía a través de los pulmones, y era rejuvenecida antes de retornar nuevamente el corazón. Esta danza de la naturaleza reflejaba mi renacimiento espiritual, a la par que asemejaba el amplio renacimiento que estaba transformando nuestro mundo.

Yo estaba seguro que este descubrimiento ayudaría a la ciencia y la medicina a mejorar su entendimiento de la vida humana. Lamentablemente, cuando mis libros fueron prohibidos y destruidos, mi contribución a la ciencia pasó desapercibida por muchos años. Pero me estoy adelantando, déjenme contarles el resto de la historia.

Una Cuestión de Trinidad

La ciencia y la medicina no eran mi única pasión. Al sumergirme en los textos bíblicos, el enigma de Dios ocupó el centro de mis contemplaciones. La interpretación tradicional de la Trinidad, tal como la aceptaban la mayoría de los teólogos, es decir el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, siendo distintos pero uno, me desconcertaba. Me sentía cada vez más convencido de un Dios singular e indivisible. Mi tratado, “Sobre los Errores de la Trinidad”, escrito en 1531, no fue solo una exposición sino un desafío al venerado Credo Niceno que había prevalecido durante más de de mil años.

Ondas en la Reforma

Aunque pensaba que mis escritos podrían ser solo un susurro en una vastedad de los discursos teológicos, atrajeron la mirada perspicaz de Juan Calvino en Ginebra. Nuestra correspondencia, que comenzó alrededor de 1546, estuvo marcada por un feroz pero respetuoso duelo intelectual. Calvino, con sus ideologías reformistas, y yo, con mis visiones desafiantes, nos encontramos rápidamente en lados opuestos del espectro teológico. En las treinta cartas que le escribí yo debatía cada uno de sus puntos con precisión, pero él dejó de contestarme.

El Fuego de Ginebra

¿Por qué cruel giro del destino o deseo mal concebido me encontré en Ginebra el 13 de Agosto de 1553? ¿Acaso buscaba enfrentarme cara a cara con Calvino? ¿Tal vez pensé que encontraría refugio de la persecución católica que ya me había quemado una vez, en ausencia porque me escapé ? Fuera cual fuera la razón, las puertas de Ginebra, que una vez imaginé como acogedoras, se convirtieron en los muros de mi prisión. ¿Los cargos? Herejía. Y para tal crimen, la condena del fuego me esperaba.

La prisión de la Religión

Los piojos han hecho de mi piel su territorio, picoteando sin cesar y dejándome en un constante tormento. Mis calzones, alguna vez íntegros, ahora están desgarrados y deshilachados, dejándome expuesto a los vientos fríos y burlas ocasionales. En esta prisión, no hay señales de muda alguna; ni una chaqueta para protegerme del frío, ni una camisa adicional. La única que tengo, descolorida y raída, apenas me cubre, testigo mudo de mis circunstancias desafortunadas.

Solicité un abogado, con la esperanza que un jurista me pudiera orientar mejor ante este proceso injusto en tierras ajenas, pero hasta ese derecho me ha sido arrebatado.

La condena del dogma

He intentado, en mi defensa, convencer a los jueces de que la pena de muerte por interpretación incorrecta de las Escrituras no se encuentra en las enseñanzas de los apóstoles ni en las de la primera iglesia, pero parece evidente que cuando la intolerancia religiosa gobierna, la justicia termina siendo perjudicada.

Tras meses de encierro y un proceso más influenciado por el fervor religioso que por el recto juicio, el concilio de Ginebra me condenó a la muerte. Con el aval de mi antiguo contrincante, los Protestantes me condenaron por dos delitos: creer en un sólo Dios y en el bautismo del creyente adulto.

El Último Pensamiento de un Mártir

En aquel fatídico día del 27 de octubre de 1553, salimos del Ayuntamiento rodeados de arqueros y recorrimos calles y plazas hasta llegar a la colonia Champel. La hoguera había sido preparada y aún allí, aunque Calvino y yo estuvimos de acuerdo en esto, me negaron la gracia de morir por la espada.

Mientras las llamas devoraban ávidamente las páginas de mi libro “Christianismi Restitutio” antes de volcar su furia sobre mí, persistía un pensamiento: ¿Sería mi sacrificio el faro de un mundo donde las mentes pudieran vagar libres, desencadenadas por el dogma? ¿Me recordaría el futuro como mártir o hereje? Pero mientras las llamas me consumían, encontré consuelo al creer que mi vida, mis ondas, algún día convergerían en una ola de iluminación y tolerancia, y que mi alma descansaba en los brazos de Dios.

P.S. El hallazgo de Miguel Servet pasó desapercibido puesto que publicó su teoría en el mismo libro en el que desafió el concepto de la Trinidad, y los religiosos de su tiempo ordenaron la quema de todos sus libros. Tres copias sobrevivieron, dando testimonio de su hallazgo y su fe.

Referencias:
Wikipedia
National Museum of Civil War Medicine
OpenMind
zaragoza.es
miguelservet.org
Conciencia frente a intolerancia

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