
Yo nací y crecí en iglesias en que, no sólo se usaba música tradicional, sino que se enseñaba que cualquier otro estilo era “mundano”. Sin embargo, dentro de mí, era muy difícil reconciliar esta posición con mi cerebro. Aunque en muchas oportunidades no dije nada, dentro de mi no podía aceptar a pastores y líderes que enseñaban tales cosas porque, simplemente no eran ciertas. Maestros bíblicos repitiendo teorías que no tenían ningún fundamento en la realidad, sino que eran repetidas de generación en generación sin cuestionamientos (como experimentos en que la música rock mataba plantitas, o que la música sincopada dañaba al corazón, o que el acorde mayor es un ejemplo de la trinidad). Por haber tenido una educación musical formal desde mi niñez (llegué a tocar en la orquesta sinfónica bastante jovencito), era difícil quedarme callado al escuchar cosas que, aunque tal vez tenían la buena intención de evitar que nuestros jóvenes se pierdan en el mundo, lo único que lograban era que muchos de los que sabían algo del tema simplemente consideren a toda la “religión” como algo sub-inteligente.
Además de los razonamientos no muy racionales para defender la música tradicional, existía otro factor que me hacía rechazarla, la música era simple, casi monótona y aburrida. Casi todos los himnos eran una combinación de tres acordes y muchos de ellos marciales. Yo no tenía ninguna aspiración a ser soldado, tocaba clarinete en la banda de la escuela y eso era lo más cerca que quería estar de marchar. Es más, algunas de las músicas marciales que tocábamos en la banda, eran mucho más ricas que la mayoría de los himnos, musicalmente hablando. Aún el himno de nuestro colegio “Raimondinos, sonrisas al viento” era una poesía verbal y musical en que la letra y la música se compenetran para formar una unidad expresa (poco sabía yo, en ese tiempo, que fue escrita por el hoy mundialmente conocido y laureado escritor Eduardo Gonzalez Viaña). En comparación, muchos de los himnos tenían preciosa letra, pero era obvio que había sido necesario un calzador para forzarlos en esa música tan foránea para mi.
Para empeorar las cosas, para evitar que el 3/4 suene a vals, lo apachurrábamos lo más posible, hasta hacerlo sonar como procesión. Me resistía a aceptar que el Señor sólo podía inspirar a los “gringos” y europeos de, por lo menos, un siglo atrás, sin embargo, cada vez que alguien salía con algo innovador, era criticado y básicamente vedado en las iglesias, aunque después me han contado muchos hermanos que aceptaban tales prohibiciones en la iglesia por respeto a sus pastores, pero en la casa se deleitaban con tríos y otros grupos musicales que no encajaban en la regla pastoral.
Debo aclarar también, que mi relación con Dios no era mi motivación principal durante esa etapa de mi vida, así que mi relación con los himnos era mayormente desde el punto de vista musical. Sin embargo, a pesar de que las enseñanzas sobre la música me parecían irracionales, yo estaba convencido de la doctrina y de la sinceridad de mis hermanos en estas iglesias.
Durante el tiempo en que comencé a enderezar mis pasos escuché al cuarteto “Acompáñame” y quedé musicalmente encantado; las bellas melodías, la utilización de acordes más complejos, ritmos menos cuadrados… wow, era posible tener música que glorificaba a Dios y no caer siempre en la misma caja de música europeo-anglo-sajona. También escuché a “Kerigma canta” y comencé a soñar con variedades de estilos, especialmente los autóctonos, utilizados para glorificar al Señor.
También por este tiempo visité una iglesia que tenía un “grupo de alabanza” y me gustó mucho. Los himnos marciales habían sido sustituidos por encantadoras melodías suaves que ejemplificaban mejor el amor de Dios. Los adultos habían tomado un papel más pasivo en el culto y los jóvenes tenían el control. Durante un período de aproximadamente seis meses me fui acostumbrando más y más a este estilo, pero también me fui dando cuenta que cada vez el péndulo se apartaba más y más, no sólo del estilo tradicional, sino de los que lo practicaban. Los pastores y hermanos de estas iglesias se expresaban de manera despectiva hacia las iglesias tradicionales y las llamaban iglesias muertas. Eso me hacía sentir incómodo, porque si bien es cierto esta música era más de mi agrado, en mi corazón, yo conocía a esos hermanos “muertos” y sabía que muchos, sino la mayoría, de ellos eran fieles y amantes del Señor.
En una oportunidad, mi esposa y yo nos habíamos sentado en lugares separados en la iglesia (por motivo de cuidar a unos bebés), cuando el grupo de alabanza cantaba uno de los cantos suaves. Llegaron a la parte del coro, que tenía dos líneas y las repitieron, y las repitieron una vez más, y las volvieron a repetir… los hermanos levantaban las manos y cerraban sus ojos, repitiendo por novena o décima vez esas dos simples líneas, cuando, sin aviso previo, el pastor tomó el micrófono y lo puso tan cerca de su boca que se pudiera oír su respiración pesada y con el trasfondo del grupo de alabanza todavía repitiendo el coro y los hermanos con las manos levantadas, resopló en el micrófono “Siiiiiiii señooooor”. Un escalofrío recorrió mi columna de arriba abajo y me paré y salí de allí. Al salir por la puerta, encontré a mi esposa que ya estaba afuera y me dijo: “¿tú tampoco lo pudiste aguantar? allí había un algo que no era del Señor”. Regresamos a la casa preguntándonos, ¿por qué es tan difícil mantenerse en el centro?
Regresé a los himnos, y los encontré hermosos y edificantes, hablaban a mi corazón como nunca antes lo habían hecho, pero también encontré que habían muchos cantos contemporáneos que me ayudaban a expresar lo que había en mi corazón hacia el Señor. Conozco hermanos lindos y fieles que creen que sólo la música majestuosa alaba al Señor, y también conozco hermanos preciosos y maduros que alaban con melodías contemporáneas… todavía hay pocos que tienen la libertad de hacerlo con nuestra música autóctona, la que nos nace del corazón a los que llevamos la sangre andina, ojalá pronto.
Por los siguientes 25 años me he seguido preguntado a mí mismo, y a otros consiervos, ¿por qué? ¿por qué tenemos que estar en un extremo o en el otro? ¿por qué tenemos que aceptar la tiranía de la tradición o de la juventud? ¿por qué es tan difícil ser centrado, balanceado? Pedro dice que “han dejado el camino recto… les prometen libertad… su postrer estado viene a ser peor que el primero” y creo que es un buen ejemplo de la situación musical; tenemos dos grupos que compiten entre sí por el control de los creyentes, cada uno con su argumento, cada uno con sus versículos, ojalá fuera para la gloria de Dios.
Pedro también dice que debemos “ceñir los lomos de nuestro entendimiento”, es decir, usar el cerebro. Las teorías de que a Dios le gusta cierto estilo más que el otro, y que ellos saben cuál es el estilo que le gusta a Dios, no es una enseñanza bíblica, ni tampoco lógica.
La música tiene tres componentes básicos, ritmo, melodía y armonía, y ninguno de estos por separado o en conjunto es más o menos cristiano. Varios de los himnos majestuosos que cantamos hoy fueron escritos con propósitos viles, pero el Señor los ha usado para Su gloria entre nuestras iglesias; “Dios salve a la reina”, por ejemplo, es un himno escrito en honor a la reina de Inglaterra, o el rey, pero nadie objetará que lo cantamos para la gloria de Dios cuando le cambiamos la letra a “A nuestro Padre, Dios”. “Hallé un buen amigo”, musicalmente, es una música de bar que nadie se atrevería a cantar en una iglesia anglo de los Estados Unidos, pero que en Latinoamerica ha sido de mucha bendición y motivo de salvación y consuelo.
Es indiscutible, si se tiene una mente abierta, que el estilo de los himnos ha sido influenciado por la época en que fueron escritos. Por ejemplo, busque usted en su himnario y no encontrará himnos marciales escritos antes de las guerras mundiales. Las guerras mundiales encendieron ese espíritu nacionalista y guerrero que se trasmitió a las iglesias, lo cual influyó en que los mensajes y la consiguiente música reciban ese estilo de ir y pelear por el Señor.
Pedro continúa “sed sobrios”. Sobrio quiere decir centrado, no cayendo en ningún extremo. Me encanta Romanos 14 y 15, no debemos ni juzgar a los que hacen lo que nosotros consideramos pecado, ni menospreciar a los que todavía son débiles pensando que todo es pecado, sino estar unánimes, porque así daremos la gloria a Dios.
Debo decir que no me siento cómodo levantando mis manos o aplaudiendo, pero no me incomoda que otros lo hagan. Me gusta más “Cuán grande es Él” que cualquiera de los cantos contemporáneos, pero también me gustan algunos de los cantos contemporáneos más que algunos de los himnos de antaño. En la iglesia en la que fui pastor por 17 años, cantamos lo que el Señor pone en el corazón del dirigente, casi siempre del himnario, pero también cantos contemporáneos que glorifican a Dios.
Ruego a Dios que el relato de mis experiencias te sea de bendición.
Gracias por tu comentario, me es de mucha ayuda.
Me gustó la manera en que explicó. Muy interesante, muy respetuoso y menciona su himno favorito ( uno de mis preferidos tambien) pero me hubiera gustado que incluyera algun canto contemporaneo favorito. En mi caminar con Cristo he ido cambiando de gustos musicales, algunas veces por la serie de comentarios anti biblicos que hacen algunos cantantes modernos de musica cristiana.
Mi estimado Felipe, se que tal vez no me recuerdas, soy Lucia Casas, estudiè hace muchos años en SBP, cuando todavía tù ( disculpa que te tutee), estabas recién casado con la que hoy es tu esposa. Ustedes eran muy amigos de Guillermina Quispe y de Magdalena Paredes, por eso los conocí y te vi muchas veces tocando el piano en el seminario y bueno te admiraba, como he admirado a Benjamin Salinas, yo no pude aprender a tocar el piano como era mi sueño, pero la música es algo que siempre me ha gustado y al igual que tù he tenido sentimientos encontrados al respecto, porque crecí en una iglesia muy radical, donde se solo se cantaban himnos y no se aplaudía. Sin embargo, al paso de los años cambiaron algunas formas de cantar, se entonaban los famosos coritos y se permitió aplaudir. Cuando lleguè al Seminario me sentí avergonzada cuando la primera vez que cantaron algunos coros y yo empecé a aplaudir y todos me miraron como un bicho raro y me hicieron sentir que eso era pecado. Debido a mi inmadurez asumì que aplaudir no era correcto, que los himnos siempre eran sagrados hasta que averiguè que muchos de esos himnos eran cantados en su lugar de origen hasta en los bares y usados en las guerras para azuzar a la gente a matar en nombre de Dios. Por eso, comparto tu sentir respecto a que no existe música cristiana o bíblica, si así se quiere definir, porque la música en si misma es única. La combinación de ella con la letra que le pongamos es lo que hace que sea para alabanza de Dios o no. Muy agradecida por lo que has compartido en tu blog, muchas bendiciones en el nombre del Señor.
Waw, un comentario muy acertado a meditar en el equilibrio entre Mente y Corazón, entre Teología y Emociones. Ninguna debe de sustiruir a la otra. Le recomiendo el libro de Bob Kauflin “Nuestra Adoración Importa” es un libro que estamos estudiando en el Ministerio de Alabanza de Nuestra Iglesia. Si me escribe se lo puedo compartir. Saludos!!!