Grace Wood de Polo

Algunas personas me han preguntado qué quise decir cuando dije que tuve una hermosa experiencia en el Perú cuando fuí para el funeral de mi madre.  Una semana después de su muerte escribí esto que hasta ahora no me he atrevido a publicar.  Ojalá que este corto escrito pueda empezar a describir mi sentimiento.

Eldora Grace

Mi madre, Grace, cuando crecía en Camden, New Jersey, era una llorona.  Todo le fastidiaba.  Lloraba cuando la tocaban.  Después de cumplir los 18 años, encontró paz y descanso en Jesús y su vida cambió.  Fue al Seminario y se preparó para ir al Perú.  Llegó al Perú en Enero de 1956 — este Enero cumplió 50 años de trabajo en el Perú — e inmediatamente fue a la selva para trabajar con la tribu de los “Machiwengas” — un grupo de habitantes nativos de la selva del Perú, allá por Madre de Dios.  Su meta de ayudar a traducir la Biblia al “machiwenga” no se pudo cumplir y fue a Trujillo, en la costa norte del Perú.  Allí conoció a un pastor local, Octavio Polo.  Después de unos años, ella trató de convencer a la misión norteamericana con la que estaba trabajando que Dios la estaba guiando a casarse con este pastor y continuar su ministerio en el Perú, pero fue rechazada en base a que casarse con un “nativo” era un pecado!  Ella renunció a la misión y regresó al Perú como una señorita soltera, ya sin apoyo financiero de la misión, para casarse con Octavio.  Cuando el misionero local rehusó bendecir su matrimonio, Octavio y Grace, no queriendo causar problemas a la iglesia en Trujiilo, se mudaron a Pacasmayo, donde empezaron una iglesia local, independiente y autónoma hace 47 años.
Pacasmayo era un balneario en la costa del Pacífico.  Nosotros crecimos yendo a la playa dos o tres veces al día.  Correr tabla es como segunda naturaleza allí, y sucede 24x7x365.  Recuerdo que algunas veces me escapaba de la escuela para ir a correr tabla cuando oía que las olas estaban buenas… durante el invierno!  Nosotros, los hijos de Octavio y Grace, pensábamos que era el lugar más chévere del planeta.
Octavio y Grace vieron algo diferente.  Ellos vieron una necesidad.  Ellos vieron necesidades espirituales, sociales y culturales.  No había una biblioteca funcional, habían serios problemas sociales, matrimoniales y faltaban consejeros… la gente necesitaba acercarse a Dios.  Ellos hicieron una promesa, comprarían por lo menos un libro cada vez que recibieran algo de dinero.  Si era poco dinero, sería un libro más pequeño.  Poco a poco, su biblioteca creció hasta llegar a ser la más grande de la provincia.  Estudiantes, desde transición hasta la universidad llenaban el salón.  Cada tarde, 20, a veces más, personas se sentaban en la biblioteca y el zaguán, estudiando, leyendo, haciendo preguntas a mi papá.  Recuerdo, inclusive, algunas veces que había gente fuera de la casa, esperando que una silla se desocupara.
En el otro cuarto, mi mamá enseñaba inglés a docenas de niños.  Ella enseñaba tres clases a los niños durante el día y una clase para adultos en la noche.
Pero, el conocimiento no lo es todo, también teníamos diversión y competencias.  Mis padres construyeron juegos de mesa, y, en las noches, gente venía a jugar ajedrez, damas, monopolio, ping-pong y rompecabezas para toda edad.  No había Sudoku en ese tiempo, o estoy seguro que mi mamá hubiera creado uno diario para los niños del pueblo, como lo hizo con crucigramas, juegos de números y todo tipo de juegos con tarjetas.  Para nuestra niñez, mi papá construyó todos nuestros rompecabezas de madera y mi mamá dibujaba las tarjetas para los juegos de memoria.  Antes que descubriera la fotocopiadora, ella había dibujado a mano miles de piezas idénticas de juegos de memoria para regalar a muchos de los niños del pueblo.
Cuatro veces a la semana, la casa se convertía en iglesia y la gente se congregaba para oir más acerca de Dios y de Su amor.  Oh, cuánta gente conocí a través de los años en la iglesia.  Gente con muchas necesidades, algunos luchando y otros cantando victoria; pero todos siempre recibiendo algún consejo de mi papá o mamá.  Mis memorias más tempranas de mis padres son, ella sentada al instrumento musical y él enseñando la Biblia.
En 1988, mientras regresaba de nuestra casa — ya para entonces yo estaba casado con Jenny — el bus en que viajaba se chocó frontalmente con un camión pesado.  Veintidos personas perdieron la vida.  Mi mamá estaba sentada en la fila 6 — que después del accidente era la fila de adelante, puesto que la parte delantera quedó completamente destrozada — prácticamente todos los sentados en frente de ella perecieron esa noche.  Cuando llegaron las primeras personas a la escena, ella estaba sentada con un pierna rota y el hueso expuesto, un brazo colgando, sus dedos destrozados, y sangre por todas partes.  Pero, cuando trataron de rescatarla, ella, que había tenido suficiente tiempo antes que llegue la ayuda para determinar la seriedad de la situación de las otras víctimas y la accesibilidad de sus ubicaciones, rehusó y empezó a dirigir el rescate.  Varias personas me han contado, a través de los años, lo admirados que estaban de ver su fortaleza para planear y dirigir mientras estuvo sentada en la oscuridad.  Con la mayor celeridad la trasladamos a Lima, al hospital Naval.  Al llegar, ella todavía tenía manchas de sangre y multiples fracturas visibles por todo el cuerpo.  Ese aspecto, hizo que uno de los doctores se sintiera muy conmovido y agarrándole la cabeza le preguntó: “¿Cómo estás, madrecita?”  a lo que ella contestó “Muy bien! y Usted?”.
Hace dos semanas, una persona de la iglesia en Pacasmayo me llamó y dijo que ella pensaba que mi mamá se estaba debilitando, pero que cuando trató de convencerla que haga algo al respecto, ella dijo “No, y no vayas a estar contándole a mis hijos”.  Llamamos al doctor de nuestra niñez y, después de explicarle un poquito la situación, le pedimos que le haga una visita social a mi mamá.  El fue y luego nos dijo que ella estaba de maravilla.  Un par de días más tarde, él nos llamó y dijo “olvídate todo lo que te dije, tu mamá es una santa y una gran actriz.  No puedo decirles algunas de las cosas que ella no quiere que les cuente, pero sí les puedo decir que no le queda mucho tiempo de vida”.  Yo le dije que estaba planeando visitar a mi mamá durante el verano (nuestro verano en USA, Junio-Agosto) y él dijo, que ella no estaría viva para entonces.  “Tal vez llegue a la semana santa”.   Eso fue el Miércoles en la noche.
El Jueves, ella enseño sus clases de inglés como de costumbre.  En la noche, ella se reunió con los hermanos de la iglesia para darles lo que alguno me dijo que fueron las “instrucciones finales”.  A las 9 de la noche ella dijo “me voy a descansar” (ella no se acostaba normalmente hasta las 11 de la noche), los dejó a todos en la biblioteca, fue a su cama, se acostó y se quedó dormida.  Fue a estar con su Dios a las 8:30 de la mañana siguiente, Viernes, durante su sueño.
Ella decía que tenía una misión que cumplir y se rehusaba dejar Pacasmayo hasta que la misión estuviera cumplida.  Ella sabía que tenía cáncer terminal, pero había escogido no ser tratada para poder permanecer en Pacasmayo, trabajar hasta su último día, y ser enterrada en Pacasmayo, cerca de su iglesia amada y su querido esposo que le ganó la carrera al cielo por 356 días.  Ella temía que si nos contaba, trataríamos de meterla en un hospital, o llevarla a Lima (no hay un hospital para el tratamiento del cáncer en Pacasmayo) y su trabajo sería interrumpido.
Después de su muerte, muchos me han parado por las calles (mientras iba de una oficina a otra, para terminar todos los papeleos) para contarme lo que Grace significó para cada individuo específico.  Su vida había tocado a muchos.  Cada persona en el pueblo tenía una historia de cómo ella había cambiado sus vidas, y querían asegurarse que yo lo supiera.  Algunos me mostraron o mencionaron pañuelitos, bastones, juegos y muchos muchos consejos y otras memorias que habían “recibido” de ella, asegurándome que ella siempre estaría en sus corazones.  La ciudad nos donó un lote en el cementerio para un mausoleo para mis padres, algo no muy común en este pequeño pero amadísimo pueblo.
Grace Wood fue la mejor madre que uno podría pedir.  Ella y su esposo alimentaron nuestros cuerpos, intelectos y almas.  No hay papel suficientemente grande para contener todas las maravillosas experiencias que cargo en mi memoria y en mi corazón.
¿La hemos perdido?  Sólo si nos extraviamos de sus enseñanzas y ejemplo.  Espero que hayas sido suficientemente paciente para leer hasta aquí y que su ejemplo te anime, de alguna forma, a vivir una vida de servicio a Dios y al prójimo, y hacer siempre, siempre lo correcto.

Que Dios te bendiga, a tí también, a través de su vida.