El Carbunclo (San Pedro)

Don Joseph Ignacio de Lequanda, Ministro de Hacienda y contador Interino de la Real Aduana de Lima, en su estudio “Descripción Geográfica de la Ciudad y Partido de Trujillo”, publicado en el Mercurio Peruano en Mayo de 1793 en la sección que dedica a los animales que habían en estos reinos incluye al Carbunclo, diciendo que es un cuadrúpedo nocturno. Cita a varios estudiosos que han escrito sobre este animal entre ellos al Obispo don Baltazar Jaime Martínez de Compañón.
Dice: “Brevemente haré una narración sencilla y pura refiriéndome a lo que dicen los que lo han visto, así de su figura, como de luz, brillante, que despide la piedra, o lucerna que adorna su cabeza…”
“En el tránsito que sigue esta ciudad para el ameno valle de Chicama, se ofrece un cerro pedragoso, a que estos moradores llaman de la campana, en sus faldas el año de 1786 encontró a este cuadrúpedo un pasajero viniendo en su caballo.. no estaba muy oscuro, y vió caminar a paso lento a este animal, cuya figura distinguió ser poco mayor que una raposa de los comunes, quien esforzando su caballo le siguió, alcanzándolo a dar un latigazo en el lomo con las riendas del freno, al verse este animal lástimado abrió la compuerta de su frente, y llenó de luz la campiña dejando admirado al caminante…”
Don Pedro Vértiz, en sus amenos trabajos sobre el folklore provincial, dice: “…se relata como ronda por la “cabecera” de las “tomas”, merodeando por las “huacas”, entre obscuras sombras de la noche y desata… el brillante resplandor de su único ojo luminoso… no es un mal augurio, encontrarse con él. Todo lo contrario. Si tú sabes los recursos… para atraparlo y aprovechar la multitudinaria constelación de joyas y riquezas que guarda en su cabeza, puedes convertirte en hombre afortunado de la noche a la mañana…
Cuentan los que ven a este luminoso animal nocturno, que apenas se lo divise, debe tenerse ya todos los medios para prender y conservar fuego, el que debe ser encendido de inmediato, tratando de quemar el carbunclo. Si esta operación no ha sído lo suficientemente ágil y veloz el mítico animal desaparece. Pero, si se llega a quemarlo, toda admiración es corta al contemplar la inmensidad de diamantes, piedras preciosas, turquesas, rubíes, que se ven dentro de la cabeza del carbunclo, que se abre, como un cofre de joyeles. Pues el resplandeciente brillo de su único ojo en las noches no es otro que la rutilante de las noches preciosas y diamantes, que guarda en su cabeza…”

Etiquetado en:

Deja un comentario