Miastenia grave: Mi niñez y adolescencia

Miastenia grave: Mi niñez y adolescencia
Cuando aún no tenía la capacidad de entender lo que estaba sucediendo, ya me había acostumbrado a ser un visitante asiduo del Dr. Jaime. Tenía constantes ataques de hipersensibilidad a diferentes alérgenos, incluyendo alimentos, pero especialmente picaduras de insectos. Al mismo tiempo, comencé a notar que había algo muy diferente con mis hermanos y amigos; no importaba cuanto lo intentara o me ejercitara, mis fuerzas se desvanecían muy rápidamente. Podía correr, saltar o jugar, pero en un tiempo muy corto, mis piernas parecían pesar como plomo, mi pecho parecía querer estallar y abrir mi pecho para respirar era una tarea titánica. Tanto la escuela como la iglesia tenían por costumbre llevarnos de paseo caminando, recuerdo en varias ocasiones quedarme cada vez más rezagado que hasta perdía de vista al resto del grupo, y yo seguía caminando, cada vez más lento, cada vez más difícil, pero seguía porque no quería ser diferente de los demás. Nadie, ni yo, ni mi mamá, ni el doctor lograron hacer una conexión entre mis alergias y mi fatiga muscular. Inicialmente, en mis ataques alérgicos sólo me enronchaba, y con dos tabletas de cloro-trimetón se me pasaba; pero cada ataque intensificaba la reacción, y antes de los diez años, ya había tenido dos anafilaxias (cuando la reacción pone en riesgo la vida al impedir la respiración) por lo que el doctor le dio dos consejos a mi mamá: 1. Yo tenía que llevar conmigo una inyección de epinefrina en todo momento 2. Él recomendaba que me hagan un tratamiento novedoso (en aquellos años) con gammaglobulina humana. El tratamiento consistía en recibir una inyección semanal durante varios meses, la cual me ponía a dormir por 24 horas, pero las buenas noticias fueron que, después del tratamiento, mis alergias desaparecieron por varios años… lo que no nos dimos cuenta en aquellos años, fue que mi extrema fatiga también disminuyó a la par de las alergias. Comencé a hacer deportes, practicar skateboard, surfing, hasta que ¡pum!
Una tarde salí a pasear con Lalo, y de un momento a otro… todos los músculos de mi cuerpo fallaron, era como si de un momento a otro, mis pies, mis brazos, todo mi cuerpo se hubiera vuelto de plomo, no me podía mover. No recuerdo mucho qué pasó, pero de alguna forma me llevaron a la casa, y un doctor desconocido vino a verme y dijo que fue un choque de calor y me recetó unas vitaminas. Durante dos semanas, era imposible siquiera levantarme de la cama; me llevaban cargado a la biblioteca donde pasaba el día, esperando las horas pasar. Poco a poco fui recuperando las fuerzas, lastimosamente, poco a poco también fueron regresando las alergias.