El Doctor Jaime

Doctor Older Bald ManMe acabo de enterar, el Dr. Jaime ya nos dejó.  Es inevitable, todos lo sabemos, aún así duele.  El Dr. Jaime fue un símbolo de nuestro pueblo, como hombre, como profesional, como impulsor del deporte.  Estoy seguro que para muchos fué algo más que eso.  Nosotros vivímos un tiempo a espaldas de la “Clínica Barba”.  En muchas ocasiones recuerdo haber admirado las losetas durante mi espera al doctor (tengo una fascinación por la simetría).  Podría contarles de la ocasión cuando le dijo a mi mamá, que dos versiones de una medicina eran prácticamente lo mismo, pero que me compre una de ellas porque era “mas rica para el niño”; o también de cuando hinchado y tornándome azul fuí llevado “de emergencia” a su clínica y me “curó” con una inyección de cloro-trimetón y luego me dió un tratamiento contra la alergia que me alivió del problema por los próximos diez años.
Pero, el evento más impregnado en mi mente es “la operación”.
Debía haber tenido unos ocho o nueve años.  Mi familia se había mudado a más o menos una cuadra de “la clínica”, allí teníamos un patio interior donde mis hermanos y yo jugábamos a las escondidas, hacíamos excavaciones e inclusive en una oportunidad hicimos un campamento.  Uno de los juegos que practicábamos era el famoso “frisbee”, claro que el disco plástico todavía no había sido inventado, y tal vez hasta nosotros lo inventamos, pero de algún lugar habíamos conseguido un disco de madera.  Era demasiado pesado y peligroso para tirarlo el uno al otro, así que pusimos dos barriles (recuerdan esos cilindros metálicos azules que servían para petróleo, kerosene, etc.) y nos escondíamos detrás de ellos.  Básicamente, el juego consistía en esconderse detrás de los barriles, y esperar que el otro lanze el disco.  Cuando el dísco chocaba contra nuestro barril, o cuando lo veíamos aterrizar cerca de nosotros, lo recogíamos y después que el otro se hubiera escondido, le lanzabamos el disco.
Este intersantísimo y elaborado juego fue nuestro pasatiempo en aquella tarde.  Me tocaba estar escondido.  Esperé y esperé y mi hermano Juan no lanzaba el disco.  Al fin, cansado de esperar, saqué la cabeza para preguntar que por qué no lo lanzaba cuando PUM! el disco me golpeó en la frente y me abrió un corte de varios centímetros en pleno centro de mi frente.  No recuerdo más, debo haberme desmayado.
Cuando desperté sentí luces muy fuertes en mis ojos, escuché voces que al principio no reconocí, pero más que nada, sentí las manos fuertes del Dr. Jaime en mi cara.  Sus nudillos me apretaban y parecía estar haciendo algo muy serio.  Ví algo que parecía como un ganchillo en su mano, lo ponía en mi cara y después jalaba, sentía como una presión y luego otra vez me ponía el fierrito.  No entendí mucho.  Pero no me desesperé porque, por un lado, no sentía ningún dolor, sólo presión, y por otro lado, podía escuchar las voces apacibles del Dr. Jaime y mi mamá, conversando con toda tranquilidad mientras él me “operaba”.  Le dijo a mi mamá que la cicatriz iba a quedar muy fea en medio de la frente, pero que él podía hacer una “estiramiento” para que quede oculta en la ceja.  Dicho y hecho, sólo si me miras con atención y yo frunjo el ceño, te darás cuenta de la cicatriz que cruza mi frente pero que ahora vive tímidamente oculta debajo de mi ceja.
Gracias Dr. Jaime por su tranquilidad, su habilidad y su sabiduría.