Las Placeras

Desde tiempos inmemoriales los artículos para el consumo humano del poblador pacasmayino han sido traídos de las haciendas vecinas cargados en burros o en carretas. En la actualidad el camión o el “colectivo” han reemplazado al típico “piajeno”.  Ahora el comerciante Mayorista va a las ciudades de Trujillo o Chiclayo para comprar los artículos de primera necesidad para venderlos a los comerciantes minoristas.

En el Mercado existen vendedoras que tienen sus “puestitos” de cemento. Las que no pueden obtener esos “puestos” tienden sus “pañalitos” en el piso para vender sus menestras, tubérculos, verduras y frutas.

Según la temporada hay abundancia de naranjas, mangos, piñas, ciruelas, melones,etc… También se nota escasez de frutas cuando pasa la temporada de cosecha.

En años pasados las vendedoras solo vendían en el interior del Mercado, pero a causa del aumento demográfico, el Mercado ha quedado chico. Esta es la razón que las vendedoras han salido para vender por las calles. Al principio las autoridades municipales les pusieron fuertes multas para mantenerlas en el interior del Mercado o llevarlas al Mercadillo de la Parte Alta. Pero ni papeletas ni amenazas sacaron de sus “siete” a las placeras. Del interior del Mercado han salido a la calle Moore, convirtiéndola en un anexo del Mercado.

Oir las diferentes transacciones comerciales que se realizan entre el público y las vendedoras es muy divertido, se recibe lecciones prácticas de las ciencias económicas.

Las hábiles placeras para ganar a su clientela, emplean el halago, la persuasión y el característico arte del “regateo”.

¿Cuánto cuesta el ciento de naranjas…? – Venga caserita, le doy a 3 soles con su yapa (año 1970).

Aquí comienza el palabreo de ambos lados. Después de agotarse todos los métodos persuasivos la vendedora dice:

¿Cuánto me ofrece…?- Le doy 25 soles, qué dice…

La vendedora pulsea un tantito más, pero al ver que la cliente, medio se hace de irse, le dice:

¡Llévelo caserita, con Ud, no pierdo nada…!

¡Qué sentido práctico de vender! Tal vez sí pierde algo, pero con su “con Ud, no pierdo nada”, ha ganado una cliente más y con toda seguridad volverá a buscarla la próxima vez. ¡Qué sicología de vendedora!

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