La Casa del Capitán Herrera

En el malecón Grau, frente a la plazuela Francisco Bolognesi se levanta una casa de madera que parecería estar con el vientre abierto y desafiante a recibir los duros golpes del mar, preparada no sólo para ser bañada por las guapas olas marinas sino también a flotar sobre ellas.
Esta singular casa fue construída por la década de los años 1860 por un “viejo lobo de mar”, don Manuel Francisco Herrera, quién después de muchos años de vivir navegando, al pasar al retiro todavía quería vivir con un pie en tierra y otro en el mar. El material que se usó en la construcción fue traído armado desde California. Las tablas que constituyen las paredes, en sus junturas están impregnadas de brea, por dentro, entre tabla y tabla, tienen relleno de arena. Antiguamente la casa tenía un torreón en donde había un catalejo. Allí acudía su dueño con el espíritu de asceta a añorar tiempos pasados.
Ilustres personajes posaron sus pies en sus históricos aposentos; dos presidentes, don José Pardo (1906), don Manuel Prado (1943) y dos ex presidentes, el General Iglesias y el Mariscal Andrés Avelino Cáceres.
Algunos departamentos de esta histórica casa se ha dedicado a diversos menesteres. Fue depósito de mercaderías, en el año 1886. La srta. María Herrera, solicitó al concejo Municipal licencia para abrir una escuelita de niños en uno de sus departamentos. Allí también funcionó la oficina de correos. En la actualidad en parte esta ocupada por el club Pacasmayo, la parte alta por la cámara de comercio y el resto está ocupada por la posta Médica del Centro de Salud.
Las tradiciones orales y la historia consignan que don Manuel Francisco Herrera hacía viajes contínuos entre el Callao y Panamá. Para abastecimiento de su nave tocaba Paita, en donde conoció a don Juan Manuel Grau administrador de la Aduana de Paita, trabándose entre ellos una estrecha amistad. Es así como don Manuel F. Herrera conoció desde su infancia a quién más tarde sería el héroe máximo de la Armada Peruana.
Atraído por el mar, cierto día dijo Miguel a su padre: “papacito quiero ser marino”. El capitán Herrera que había tomado cariño al niño, lo invitó a conocer Panamá, consiguiendo el permiso paterno. Miguel Grau, apenas tenía 9 años de edad. En marzo de 1843 se embarcan en el barco granadino “Tescua” y salen del puerto de Paita. Como un desafío del mar para probar su temple, arrojo y valor, en su primer viaje sufre un naufragio.
Pasados los años, Miguel Grau llegó a cristalizar su sueño de ingresar a la Marina Peruana en cuya arma se inmolara en defensa de la integridad nacional.
En uno de sus viajes ancla su nave en la bahía de Pacasmayo, para visitar a su apreciado tutor ya retirado a quién nunca olvidó, y por quién siempre guardó un especial agradecimiento. Una vez más don Manuel F. Herrera influye en la vida de Miguel Grau, esta vez lo inicia en los misterios de la hermandad Masónica.

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